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jueves, 4 de abril de 2013

Accionismo Vienés










Como “críticos de arte”, en ocasiones nos encontramos de frente,
ante una obra que de pronto nos deja sin palabras. Muda, paralizada y
con el pulso temblante, me pregunto: ¿Existen los límites artísticos?
No sabría responder, un sí o un no, no creo que ni yo ni nadie
pueda hacerlo con rotundidad. No podemos, porque sería muy difícil
elegir a las personalidades adecuadas que fueran capaces de marcar
dichos límites.
Es la sociedad la que marca con su criterio moral de lo “bueno” o
lo “malo” los límites. Ya se encargan las instituciones políticas
dominantes de limitarnos espiritualmente y socialmente. No somos
libres, porque en esta sociedad, cualquier gesto anormal que proclame
libertad es mirado con malos ojos.
Para entender y poder hacer una crítica contundente, de el
accionismo vienés, de un grupo de artistas y escritores que
sobrepasaron todos los límites establecidos, que derrumbaron o al
menos lo intentaron los cimientos de la sociedad burguesa, y en
definitiva que marcaron un antes y un después en la estética
contemporánea, para hacer crítica de ellos, debemos de ser
imparciales y no dejarnos guiar por las pasiones. Contundentes y como
los buscadores de tesoros, debemos de saber extraer la esencia de sus
obras para mostrárselas al mundo.
Hay que tener en cuenta, como señala Soláns Piedad, el contexto
histórico en el que se desarrolla este arte. El accionismo supuso un feroz
ataque a la sociedad burguesa, a la Viena de su época de los años
sesenta y setenta, a una sociedad marcada por la posguerra, llena de
secuelas monárquicas y militares.
Así proponen el arte como, una terapia para el espectador, un
medio a través del cual se produce la liberación de las represiones
sexuales, el arte que hace justicia política.
Hablar del accionismo vienés es muy difícil, resulta
comprometedor hablar de algo que en ocasiones roza lo
desagradable. Extraer su materia en estado puro e intentar dejarla
desprovista de artificios es mi intención, aunque aprovecho para
trasmitir, que en ocasiones he sentido “temor”.
Durante esta época, las acciones realizadas por artistas, como Jim
Dine en “el obrero sonriente”, Robert Morris, Helio Oticica, Ana
Mendieta y Gina Pane… Es decir que, dentro del panorama artístico de
los sesenta y los setenta, las acciones llevadas a cabo por los artístas
estaban a la orden del día, que la sociedad estaba “acostumbrada” a
ver en las galerías o en la calle esta nueva forma de hacer arte.











Con los accionista vienes, ocurre, que aunque su forma de hacer
arte, se desenvuelve dentro del marco de los happenings, el body art, el
fluxus… donde el cuerpo es el campo artístico, la sociedad no estaba
prepara para recibir una crítica política y social impregnada de
salvajismo y violencia, que se desarrollaba ante la mirada del
espectador impregnándola de agresividad.
Los pertenecientes al grupo, que desarrolla su actividad entre
1965-1970, serán: Günter Brus, Otto Mühl, Rudolf Schwarzkogler, Hermann
Nitsch junto con los escritores Gerhard Rühm y Oswald Wiener, serán los
encargados dentro de la creación artística moderna según Piedad
Soláns de hacer: “una lucha convulsiva del artista moderno por romper
esa identidad construida en el espejo de una realidad que aprisiona lo
subjetivo, buscando nuevas zonas de libertad en la destrucción de los
límites”
El accionismo vienés, es un arte de reflexión y de conocimiento,
que mediante la rotura de todos los límites, la destrucción del cuerpo y
por lo tanto de la humanidad, para enfrentarse al mundo, a la barbarie
a la que era sometida la sociedad, en un mundo dominado por los
poderes del Estado.
El lenguaje que utilizaban, fue el único recurso encontrado para
poder hacer frente al caos y a la anarquía en la que se encontraba la
producción artística, y en definitiva la humanidad.
Su lenguaje, cargado de violencia y llevado a los extremos de la
moral, nos transporta a los orígenes ancestrales de los rituales. Se trata
de volver al origen a través de la destrucción, en este caso de la
destrucción del cuerpo.
El cuerpo, elimina la obra como objeto y soporte, traspasando la
acción a una participación colectiva del espectador, provocando a la
moral, la religión, las leyes y las costumbres.
Existe en todo momento, una negación de la obra de arte, incluso
del artista. En contra de la mercantilización de la obra de arte por
museos y galerías.
Un sentimiento de destrucción de su propio ser, se su rostro, que es
el rostro construido a lo largo de los tiempos por la cultura, la cultura que
desprecian y por ello intentan romper este espejo.
Sus acciones, están unidad estrechamente al sadomasoquismo,
se precipitan constantemente contra un mundo lleno de dolor y tortura
de su propio ser. Dolor contenido, que son capaces de soportar y llevas
al extremo del sufrimiento, bajo un mismo fin, el de ser libres y liberar al
hombre.












En este caso, destaco la acción de Hermann Nitsch “La
concepción de María” de 1969.
Una especie de ritual, que recuerda a las antiguas tribus, en el
momento de realizar algún tipo de matanza. La sangre, los órganos de
origen animal, y demás flujos corporales impregna el cuerpo de una
mujer y del propio artita. Se sirve de los símbolos cristianos y de la
iconografía católica para hacer una crítica a dicha institución, a es una
burla en toda regla, dónde la Virgen es madre y prostituta.
El sadomasoquismo, el dolor, el sexo provocan placer, un placer
que les conducen directamente hacia una intensa experiencia.
Jackson Pollock, figura por excelencia del action-painting, llevaba
a cabo una especie de ritual, mediante el cual sus huellas, sus gestos, su
pasión y dolor eran expresados en el lienzo, la tela, o cualquier soporte,
mediante el pigmento como materia prima y sagrada.
Esta forma de interactuar, que posee el pigmento entre artista y
obra, causó gran influencia dentro de los accionistas vieneses. En este
caso, la pintura se arroja de forma agresiva sobre el propio cuerpo del
artista, pintura que es sustituida por materia orgánica, como sangre,
heces, orina, vísceras…
El cuerpo es pintura, escultura, expresión plástica contenida, que
se muestra al espectador sin ningún tipo de reparo. El cuerpo es el
campo, la zona donde transcurre la liturgia dramática.
Según Mühl: “sólo cuando esta basura sea eliminada será posible
existir como hombre libre”.
Esta obsesión por alcanzar la libertad, la hereda de las teorías de
Freud, se deben seguir las corrientes reprimidas, liberar las fuerzas
inconscientes. El accionismo vienés se apropia de una dimensión
terapéutica y psicoanalítica que legitima su destrucción como fin último
de libertad.
La forma del cuerpo humano, no es para ellos naturaleza, es
cultura, y debido al odio desmesurado hacia la burguesía de la Viena
de los años sesenta, su principal objetivo se convierte el destruirlo.
He decidido centrarme en la obra de Günter Brus, sin
menospreciar la trayectoria artística de los demás componentes del
grupo, porque me parece que muestra más claramente las pautas que
los caracterizaban.
Günter Brus
Uno de los más agresivos, y destructivamente de todos los
componentes del grupo.
Su cuerpo es llevado al límite, y el límite es traspasado, mediante
mutilaciones, heridas, vejaciones…











Usa su cuerpo como lugar de análisis, de psicoanálisis, de acción
analítica del pensamiento a la carne, a la sangre y a la piel.
El dolor es controlado por medio de la mente, no se deja nada al
azar, y está todo meditado y controlado.
Hubert Klocker, en su biografía sobre Brus en Wienner Aktionismus
dice: “desde los inicios de sus acciones, desarrolla un vocabulario…, no
un lenguaje material, sino más bien un lenguaje puro corporal. Los
“análisis corporales” no requieren un simbolismo, el cuerpo mismo, sus
funciones, reacciones y secreciones son el medio”.
Su intención es destruir el arte, utilizando como objeto su propio
cuerpo que actúa como soporte expresivo.
Una de las acciones que más me ha “enmudecido”, ha sido
“Acumulación III” de 1965. En ella utiliza como elementos para conseguir
su fin, chinchetas, alambres, cuchillas de afeitar.
Es todo un rito en el cual, el dolor, la violencia y la automutilación
son los protagonistas. Para dejar constancia, se graba y se fotografía
todo, porque sino, una vez terminada la acción se pierde todo.
Según Piedad Soláns: La violencia de Brus no es solamente
agresión hacia su propio cuerpo, es violencia hacia el espectador; uno
y otro se encuentran en esta zona única, en esta caligrafía de cortes,
marcas, rajas y señales que conforman la violenta escritura del propio
cuerpo socia”.










La pintura como elemento de metamorfosis, es muy importante
para él. En su “Acción autopintura”, la pintura somete al cuerpo a una
metamorfosis dramática, con tintes heredados de la alquimia.
La violencia del gesto, se apodera de sus acciones, que son
retratadas fotográficamente con un tratamiento minimalista, donde
priman los pigmentos blancos y negros.
Esta idea del gesto violento, del cuerpo como pura expresión a
través del cambio que se produce en él con la pintura, también es
característico de Mühl.
Brus, consigue una metamorfosis de su propio ser, es la creación y
la destrucción de la cultura, de la política, del mismo ser, que al
destruirse, rebota sobre sí mismo y deja de nuevo una visión de lo que
somos y no quisiéramos ser.










- Texto del pdf de Piedad Soláns "Accionismo Vienés"
- Montaje fotográfico realizado por Los Laboratorios de la Nada, con fotos bajadas de la red.













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