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lunes, 2 de marzo de 2015

Salvador Puig Antich








2 de marzo de 1974. A las nueve de la mañana las hermanas de Salvador, Imma, Carme y Montse,
que le han acompañado en vela durante toda la noche, son obligadas a abandonar las dependencias
carcelarias. Minutos después lo hacen los dos abogados. Los verdugos argumentan que ninguna ley
prevé la presencia de abogados en las ejecuciones y que tampoco se contempla esa posibilidad en el
reglamento de prisiones.

El último en abandonar la cárcel es el sacerdote salesiano que también había permanecido toda la
noche al lado de el Metge.

A las nueve y veinte horas Salvador es ejecutado en un espacio habilitado del almacén de
paquetería por el método del garrote vil, sistema utilizado en España desde 1820, que consiste en un
collar de hierro atravesado por un tornillo acabado en una bola que al girarlo causa la rotura del
cuello.

En el suelo sujeta con cemento se encuentra una viga de madera y un banquillo sin respaldo. El
encargado de acabar con su vida es el verdugo de Madrid Antonio López Sierra, natural de Badajoz y
titular en la Audiencia madrileña desde 1949. Un coche de policía le había trasladado unas horas
antes a Barcelona junto a su negro maletín donde llevaba el garrote. Debido al exceso de alhocol que
corre por sus venas, no acierta a encajar correctamente las piezas del garrote, lo que prolonga la
agonía de Puig Antich más de lo debido. La muerte tarda 18 minutos en llegar.

La ejecución es presenciada por el juez instructor, un mando de la Dirección General de
Seguridad, el capellán de la prisión, un médico militar, dos funcionarios que hacen de testigos y un
número indeterminado de policías.

Cuentan que las últimas palabras de Salvador al ver al verdugo fueron «qué putada».

A las diez menos veinte, el capitán médico certifica la muerte del reo: «En Barcelona, a 2 de marzo
de 1974 y siendo las nueve cuarenta horas, se extiende la presente diligencia para hacer constar que
en la prisión de hombres de esta ciudad ha sido ejecutada por garrote la pena de muerte en la
persona del reo Salvador Puig Antich».

Minutos después el cadáver de Salvador es trasladado en un furgón al depósito de cadáveres del
Cementerio del Sudoeste de Montjuich. Fuerzas especiales de la Policía Armada vigilan el Depósito y
miembros de la Policía Armada a caballo forman guardia en el exterior del recinto.
Joaquín Puig, padre de Salvador aún no ha sido informado de la ejecución de su hijo. Militante de
Acció Catalana durante la República, el exilio en Francia le abocó a permanecer en el campo de
refugiados de Argelès sur Mer. A su regreso a España fue condenado a muerte e indultado.
Esa misma tarde, en la ciudad de Salvador Puig Antich, los guerrilleros de Cristo Rey festejan su
muerte y celebran el castigo ejemplar del régimen.


Por más que callen
por más vueltas que de el mundo
por más que nieguen los acontecimientos
por más represión que el Estado instaure;
por más que se laven la cara con la democracia burguesa;
por más huelgas de hambre que callen;
por más que tengan saturadas las cárceles;
por más pactos que desarrollen con los controladores de clase;
por más guerras y represión que impongan;
por más que intenten negar la historia y la memoria de nuestra clase;
Más alto diremos:
asesinos de pueblos
miseria de hambre y libertad
negociadores de vidas ajenas
más alto que nunca, en grito o en silencio,
recordaremos vuestros asesinatos
de gentes, vidas, pueblos y naturaleza.
De labio en labio, paso a paso, poco a poco.

Salvador Puig Antich

























































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