Ester Quintana es una mujer de 42 años. Los últimos años de su vida los ha dedicado a compaginar su profesión en el sector de la hostelería con sus inquietudes culturales, y desde sus
espacios de trabajo, las cafeterías del Centro Cívico de San Martín y del Centro CívicoSandaru, ha ofrecido cultura popular a la ciudadanía, una cultura libre y gratuita, para que todo el mundo pudiera disfrutar. Es
ta es la razón por la que Ester es también una mujer conocida en su barrio, San Martín, donde siempre ha formado parte de la red cultural.
El pasado miércoles, 14 de noviembre, su vida dio un giro inesperado, un giro brutal producido por una agresión, una agresión de la que no conocemos el autor pero sí su profesión.
Miércoles, poco antes de las nueve de la noche, cuando Ester marchaba a casa con unos amigos tras participar en una manifestación legal convocada con motivo de la huelga general, un proyectil lanzado por un mosso d'esquadra impactó en la Su cara produciéndole una grave lesión que le provocó la pérdida de visión en un ojo y la rotura de varios huesos tanto del
pómulo como de la mandíbula.
No es la primera víctima de estos proyectiles, en los últimos años son muchas las personas que se han encontrado en su misma situación en nuestro país. Las pelotas no discriminan, no discriminan por edad, como no lo hacen por sexo ni por filiación política, las pelotas de goma nos pueden afectar a todos. Las pelotas son un arma peligrosa, mortal como se demostró
recientemente en las calles de Bilbao, que aumentan su peligrosidad cuando son disparadas ilegalmente apuntando a las personas.
Las amigas y amigos de Ester, convencidos de la inmoralidad de su utilización en una sociedad democrática y conscientes de que hay al alcance de los gobernantes otros medios de disuasión, nos posicionamos con las asociaciones ciudadanas que piden su prohibición.
Al mismo tiempo, sintiéndonos despreciados por las palabras del Consejero de Interior, quien ante la realidad constatable de los hechos, declaró que el pasado miércoles no se habían utilizado estos proyectiles, nos sumamos a la demanda social, que es ya un grito, que exige su dimisión ante la represión desmedida y continua que está ofreciendo como respuesta a cualquier protesta social o cívica.
Una sociedad a la que sus ciudadanos tengan miedo a manifestarse no puede ser nunca una sociedad libre.
El pasado miércoles, 14 de noviembre, su vida dio un giro inesperado, un giro brutal producido por una agresión, una agresión de la que no conocemos el autor pero sí su profesión.
Miércoles, poco antes de las nueve de la noche, cuando Ester marchaba a casa con unos amigos tras participar en una manifestación legal convocada con motivo de la huelga general, un proyectil lanzado por un mosso d'esquadra impactó en la Su cara produciéndole una grave lesión que le provocó la pérdida de visión en un ojo y la rotura de varios huesos tanto del
pómulo como de la mandíbula.
No es la primera víctima de estos proyectiles, en los últimos años son muchas las personas que se han encontrado en su misma situación en nuestro país. Las pelotas no discriminan, no discriminan por edad, como no lo hacen por sexo ni por filiación política, las pelotas de goma nos pueden afectar a todos. Las pelotas son un arma peligrosa, mortal como se demostró
recientemente en las calles de Bilbao, que aumentan su peligrosidad cuando son disparadas ilegalmente apuntando a las personas.
Las amigas y amigos de Ester, convencidos de la inmoralidad de su utilización en una sociedad democrática y conscientes de que hay al alcance de los gobernantes otros medios de disuasión, nos posicionamos con las asociaciones ciudadanas que piden su prohibición.
Al mismo tiempo, sintiéndonos despreciados por las palabras del Consejero de Interior, quien ante la realidad constatable de los hechos, declaró que el pasado miércoles no se habían utilizado estos proyectiles, nos sumamos a la demanda social, que es ya un grito, que exige su dimisión ante la represión desmedida y continua que está ofreciendo como respuesta a cualquier protesta social o cívica.
Una sociedad a la que sus ciudadanos tengan miedo a manifestarse no puede ser nunca una sociedad libre.
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